Transformación de la política exterior debajo del gobierno de Vicente Fox
INTRODUCCIÓN
Los ataques terroristas a las Torres Gemelas en Nueva York y el Pentágono en Washington, D.C., en Estados Unidos serán considerados en el futuro como un punto importante de la historia no sólo por los miles de víctimas y la destrucción causada, sino también como un hito en el desarrollo del sistema de relaciones internacionales. La tragedia ya causó grandes cambios en las alianzas internacionales existentes, creó nuevas amistades así como nuevas hostilidades entre Estados. En varios países los ataques causaron o están causando cambios en la políticas exteriores previamente vigentes durante décadas.
El “efecto Bin Laden” no evitó a México. La reacción de este país era muy vigilada desde Estados Unidos por razones de la “relación especial” que se está creando entre los dos países durante el último año bajo los nuevos gobiernos de Vicente Fox y George Bush. La prueba no salió muy bien: México tardó varias semanas en responder firmemente a los eventos y aun así, su respuesta no era tan fuerte como se podía esperar en Washington. La reacción mexicana fue criticada en los medios de comunicación internacionales. La revista británica The Economistsugirió que si México quiere que Estados Unidos sea “ más que un amigo para los buenos tiempos, tiene que ser recíproco”.[1] Unos días después, el ex Embajador estadounidense en México James Jones dudó públicamente en el periódico Dallas Morning News si México es confiable como el mejor amigo de su país: “el público americano después de que esto pase, va a contar quiénes en el mundo son sus amigos y quiénes no lo apoyaron públicamente, y esa opinión se va a reflejar en el Congreso y tendrá un impacto en el futuro de la relación”.[2]
Entonces ¿por qué, si las relaciones México-Estados Unidos eran tan buenas anteriormente, después del desarrollo de los eventos del 11 de septiembre estuvieron tan cerca del fracaso? Hay que buscar la respuesta en un contexto más amplio. La política exterior mexicana pasó durante ultimas semanas de septiembre y a principios de octubre por una etapa más en su lenta y difícil transformación, que ya empezó antes de los ataques y todavía no está terminada. Esta transformación se centra en la reevaluación de los principios tradicionales de la política exterior mexicana – la no intervención, el respeto a la soberanía y a la autodeterminación de los naciones y el pacifismo en el campo internacional. El gobierno de Vicente Fox, al contrario con estos principios, trata de introducir una nuevo postura – “el nuevo activismo” – que llevaría a México a participar más en las intervenciones en asuntos de otros países. Esto es vigente especialmente en respeto a los derechos humanos y nuevamente, después del once de septiembre, a las cuestiones del terrorismo. El “nuevo activismo” del gobierno foxista también tiende a definir sus prioridades de acuerdo con la política exterior de Estados Unidos.
RAÍCES HISTÓRICOS DE LA POLÍTICA EXTERIOR DE MÉXICO
La no intervención como un elemento básico de la política exterior mexicana proviene de la época del Presidente Benito Juárez. El PresidenteJuárez cumplió con su cargo durante una de las épocas más difíciles de la historia mexicana. Entre 1846-1848 México luchó en una guerra desigual con Estados Unidos en la cual, mediante el Tratado de Guadalupe Hidalgo (1848), perdió casi la mitad de su territorio.
Al terminarse la ocupación estadounidense, el país se sumergió en una larga época de inestabilidad interna, culminando en un conflicto civil armado – la Guerra de Reforma (1858-1861). La facción perdedora en este conflicto – los conservadores – incapaces de revertir el resultado por sus propias fuerzas, pidieron a potencias europeas de intervenir. La petición resultó en una invasión francesa con apoyo inicial de España y Gran Bretaña. Los Franceses instalaron, en 1864, a Maxmiliano de Habsburgo como segundo emperador mexicano (después del corto imperio de Agustín de Itúrbide en los años veinte del mismo siglo). El nuevo monarca trató de introducir políticas liberales pero no alcanzó a ganar las simpatías del pueblo y contó con la oposición permanente del campo liberal. El jefe de los liberales, Benito Juárez, no reconoció el gobierno imperial y lo combatió en una guerra civil . Al terminar, por problemas en Europa, el apoyo militar francés, Maximiliano perdió rápidamente su lucha contra los liberales. Fuerzas juaristas lo atraparon, en 1867, en Querétaro y, a pesar de muchas peticiones extranjeras para darle clemencia a Maximiliano, Juárez ordenó su ejecución.
La historia de dos intervenciones extranjeras influyó decisivamente en la vida política mexicana. Primero, ayudó a formar el nacionalismo mexicano. La lucha contra los extranjeros unificó distintas clases sociales y por primera vez les dio a los Mexicanos un sentido de nación. Segundo, formó la actitud de Juárez hacia la política exterior. Sus elementos básicos, conocidos como “Doctrina Juárez” eran la no intervención, autodeterminación de los pueblos y igualdad entre estados. Esta doctrina sirvió como base de la formación de la política exterior mexicana durante la mayor parte de las épocas siguientes.[3]
A principios del siglo 20, la doctrina Juárez fue reconfirmada por Venustiano Carranza. Experiencias de la Revolución (1910-1917) – en muchos aspectos parecidas a las de las guerras de la mitad del siglo 19 – llevaron a Carranza a declarar una serie de principios, mas tarde conocidos como la “Doctrina Carranza”. Sus elementos básicos eran el rechazo de la Doctrina Monroe (1823), énfasis en las relaciones con países europeos y latinoamericanos como contrapeso a la influencia de Estados Unidos, demanda del respeto de los países extranjeros hacia la soberanía de México y la insistencia en la regla de no intervención en América Latina.[4] Basada en los problemas de interferencias extranjeras durante los conflictos internos de la Revolución (durante esta época, México vivió dos intervenciones militares de parte de Estados Unidos, la ocupación de Veracruz en 1914 y la expedición del general Pershing en contra de las tropas armadas de Pancho Villa (1916), la Doctrina Carranza pronunció la postura de México en contra de intervención extranjera que era una práctica común de Estados Unidos hacia América Latina en esta época. Los principios de la Doctrina Carranza y la Doctrina Juárez plantearon la base para la política exterior mexicana durante casi todo el resto del siglo 20.
Durante la época después de la Segunda Guerra Mundial, México varias veces reafirmó esas posturas. Aunque se insertó casi naturalmente en el campo occidental durante la guerra fría firmando el Tratado Interamericano para la Asistencia Recíproca (TIAR; el Tratado de Río) en 1947[5], y apoyando a los Estados Unidos en su confrontación con la Unión Soviética en la Organización de Naciones Unidas (ONU)[6], en general se mantuvo apegado firmemente a su propia política externa. Durante la guerra en Corea (1950-1953) México se negó a enviar tropas; en 1954, durante la conferencia en Caracas se opuso a los Estados Unidos y defendió las reglas de no intervención y respeto a la soberanía de las naciones con motivo de la intervención militar apoyada por la CIA en contra del gobierno de Jacobo Arbenz en Guatemala; en 1961 condenó la invasión fallida de grupos exiliados cubanos patrocinados por Estados Unidos en Playa Girón; y en el mismo año, México argumentó otra vez acerca del derecho de cada nación para su autodeterminación y se negó a participar en el bloqueo comercial estadounidense en contra Cuba. En 1964, la diplomacia mexicana se opuso a la resolución de la OEA sobre la terminación de las relaciones diplomáticas con Cuba y mantuvo su embajada en la isla.[7] La ambición mexicana en el conflicto bipolar fue caracterizada por el Presidente Adolfo López Mateos (1958-1964): “México no es un país neutral. Es un país independiente.”[8] Es decir, México quería dar a conocer sus ideas de cómo deberia funcionar el mundo y ala misma vez no quería depender en su política exterior de ningún otro país o bloque de países. Además, su prioridad fue la promoción de la política tradicional de no intervenir en asuntos internos de otros países.
Finalmente, en 1988, México incorporó los principios de las Doctrinas Juárez y Carranza en el artículo 89 constitucional que decreta que “el titular del poder ejecutivo [el Presidente] observará los siguientes principios normativos: la autodeterminación de los pueblos; la no intervención; la solución pacífica de controversias; la proscripción de la amenaza o el uso de la fuerza en las relaciones internacionales; la igualdad jurídica de los estados; la cooperación internacional para el desarrollo; y la lucha por la paz y la seguridad internacionales”[9].
Los principios del respeto a la soberanía, autodeterminación de los pueblos y la no intervención han servido como bases fundamentales de la política exterior mexicana durante la mayor parte de la historia independiente del país. Fueron derivadas de la experiencia histórica de intervenciones extranjeras en el propio territorio mexicano y en los países vecinos de América Latina. Según algunas críticas, los gobiernos priistas abusaron del principio de no intervención para “cobijarse, … para justificar la falta de democracia y cerrar políticamente sus fronteras a cualquier escrutinio o juicio externo”[10]. En todo caso, el gobierno mexicano, al insistir en estos principios, trató de protegerse a sí mismo en contra de interferencias primero postcoloniales y económicamente vinculadas, luego basadas en un conflicto bipolar. Con tratar de excluir – precisamente por medio de la promoción del respeto a la soberanía y de no intervención – a ingerencia extranjera de la región latinoamericana y del Caribe buscó también solidificar su influencia y su posición del poder regional.
Los primeros cambios más radicales de la línea tradicional de la política exterior de México llegaron con Miguel De la Madrid (1982-1988) en la mitad de los años ochenta. Su rasgo principal era la inclusión mayor del país en el sistema internacional económico, especialmente el ingreso al GATT en 1986. Aunque los cambios se quedaron casi exclusivamente en la esfera económica y las líneas políticas de diplomacia no cambiaron mucho, se puede argumentar que esa nueva dirección colocó la base para el replanteamiento importante de toda la política exterior.
Los resultados podían verse inmediatamente con el sucesor de Presidente De la Madrid, Carlos Salinas de Gortari (1988-1994) quién firmó el Tratado de Libre Comercio del América del Norte (TLCAN) con Estados Unidos y Canadá, un acuerdo comercial que no obstante en sus implicaciones indirectas va mucho más allá de la baja de las tarifas. Pero a pesar de la apertura económica y política del país hacia el exterior, ni Carlos Salinas ni su sucesor Ernesto Zedillo (1994-2000) cambiaron – ni intentaron cambiar – los principios básicos de la Doctrina Juárez y Doctrina Carranza. Para introducir una visión totalmente nueva de la posición de México en el mundo, hubo que cambiar el partido gobernante.
CAMBIOS DESPUÉS DE LA VICTORIA ELECTORAL DE VICENTE FOX
La victoria de Vicente Fox, el candidato del Partido Acción Nacional (PAN)[11], en los elecciones presidenciales el año pasado, llevó entre muchos otros cambios también el de una nueva visión de la política exterior. El Presidente Fox y su Secretario de Relaciones Exteriores Jorge Castañeda Gutman van siguiendo el camino emprendido por sus antecedentes priistas pero agregan ajustes importantes. El aspecto principal es la énfasis a las relaciones con Estados Unidos. Aún en comparación con las administraciones de Carlos Salinas y Ernesto Zedillo, el gobierno foxista es el más amistoso hacia el vecino del norte en décadas. De acuerdo con esto, las primeras intenciones de Vicente Fox eran de conducir el TLCAN hacia un mercado común y hasta crear la unión monetaria. Dada la fría recepción de esas ideas tanto en EU como en Canadá, estas por el momento no son relevantes.
Aun así, las relaciones con EU representan una alta prioridad para el gobierno mexicano. La cuestión principal actualmente es el problema de los inmigrantes indocumentados. Fox Quesada buscó primero solucionarlo dentro del marco de TLCAN en forma de la promoción del libre movimiento de personas dentro del posible mercado común. Al no tener éxito con esta actitud, el Presidente Fox introdujo la migración como el punto clave en la agenda bilateral. La cuestión migratoria actualmente constituye el problema número uno para la diplomacia mexicana.
A pesar de cierto carácter revolucionario, esos cambios todavía no están en contra de los principios tradicionales de la Doctrina Juárez ni del artículo 89 constitucional. Un aspecto que sí va en esa dirección es el relacionado con la política activa y amistosa hacía EU. El Secretario de Relaciones Exteriores Jorge Castañeda lo llama “nuevo activismo internacional mexicano” y lo caracteriza así:
“…el eje central de acción de la política exterior del gobierno de Vicente Fox es insertar de manera activa a México en el escenario mundial. Nos hemos propuesto colocar a la política exterior de México en un punto de vanguardia y liderazgo en la construcción y debate del nuevo sistema de reglas internacionales que se han venido creando a lo largo de esta última década…”[12]
Según esta nueva política de Castañeda Gutman, la parte importante del interés nacional mexicano será “la preocupación de nuestra sociedad por garantizar los derechos humanos y promover la profundización democrática en todo el mundo”.[13]
Desde el principio (ya durante la campaña presidencial en la primera mitad del año 2000 y luego, cuando Vicente Fox ya actuó como Presidente electo) el equipo de política exterior foxista contempló un cambio hacia una diplomacia mucho más activa. Propuestas iniciales de esta política contaban entre otros con la posibilidad de enviar militares mexicanos hacia misiones en el extranjero, como parte de las fuerzas con mandato del ONU para mantener la paz, conocidas también como “cascos azules”. Otra propuesta, recientemente cumplida, era el ingreso del país al Consejo de Seguridad de la ONU como un miembro electivo.[14]
Un aspecto importante del “nuevo activismo” era el cambio de postura oficial hacia Cuba. La nueva administración bajó la énfasis en la cuestión de soberanía y promovió la nueva prioridad – el respeto a los derechos humanos. La prueba para esta línea llegó pocos meses después de la inauguración de Vicente Fox, en los principios del año 2001, en forma de la resolución contra las violaciones de los derechos humanos realizadas por el régimen castrista. La resolución fue promovida en la Comisión de Derechos Humanos de la ONU por la República Checa con el apoyo fundamental de los Estados Unidos.
Tradicionalmente, México apoyó a Cuba en el campo internacional y en el año 2000, todavía bajo el gobierno priista, la delegación mexicana votó en contra de la resolución. En el año siguiente, la Cancillería mexicana no dio a conocer su decisión de voto hasta el último momento, lo que generó un gran debate político y en los medios de comunicación. Finalmente, la Secretaría de Relaciones Exteriores decidió abstenerse en la votación y no apoyar la resolución. No obstante, aún esta acción era considerada un cambio radical. Consecuentemente, entre las fuerzas tradicionalistas se levantó una ola fuerte de oposición y crítica. La situación se puso aún más dramática después de unos comentarios levemente despreciativos hacia los cubanos por parte del Secretario Castañeda.[15]Aunque gradualmente los ánimos se calmaron, los eventos con la resolución cubana mostraron que un giro radical en la política exterior mexicana no será fácil.
El debate sobre la resolución de derechos humanos en Cuba y los desarrollos consecuentes ayudaron también a identificar los grupos opositores en la batalla por el rumbo de la política exterior. El campo “activista” o, digamos, “internacionalista”, está liderado por el gobierno y su guru principal es, con toda la probabilidad, el secretario de Relaciones Exteriores Jorge Castañeda. Él introduce la línea que luego es más o menos seguida por el Presidente Fox y otros oficiales gubernamentales. Otro personaje importante en la creación de la política exterior es el Consejero de Seguridad Nacional Adolfo Aguilar Zinser. El gobierno, en el campo mencionado, tiene apoyo del Partido Acción Nacional, pero, a pesar del hecho de que el PAN es el partido “materno” de Fox Quesada y de algunos otros personajes importantes de su círculo cercano (incluso su supuestamente muy influyente esposa Marta Sahagún) y que nominalmente es el partido gubernamental, su apoyo a las políticas de la administración no es incondicional y a veces sus posturas hasta son opositoras. No obstante, en cuestiones de la política exterior, el gabinete en general puede contar con la afirmativa panista. Al campo “internacionalista” naturalmente pertenecen también algunos diplomáticos prominentes, como el medio hermano del mismo Castañeda, el Embajador Andrés Rozental, y a favor de este campo se pronuncian ocasionalmente varios intelectuales o publicistas importantes, como por ejemplo el académico Rafael Fernández de Castro y otros.
La oposición de la nueva política exterior, los “tradicionalistas”, consiste en las fuerzas nacionalistas e izquierdistas, principalmente en el PRI y en el PRD. A sus rangos también se unen partidos más chicos como por ejemplo el Partido Verde Ecologista Mexicano (PVEM), una fuerza hace poco aliada al PAN. Este campo cuenta también con el apoyo de algunos intelectuales nacionalistas y de cierta manera incluso con algunos miembros del gobierno foxista.
CAMBIOS DESPUÉS DE LOS ATAQUES TERRORISTAS DEL 11 DE SEPTIEMBRE
Los ataques terroristas a Nueva York y Washington, D.C., el 11 de Septiembre, 2001, presentaron un punto clave dentro de la conformación de la nueva política exterior del México. La parte “internacionalista” del gobierno de Vicente Fox, liderada claramente por el Canciller Castañeda, rápidamente tomó la iniciativa y trató de utilizar la situación para implementar plenamente su nuevo activismo y situar a México en el centro de los eventos. El Secretario de Relaciones Exteriores calificó el ataque a Estados Unidos como un ataque directo a México y proclamó el apoyo total de su país a Estados Unidos. El día siguiente después de los ataques, Castañeda Gutman dijo, que “Estados Unidos obviamente buscará represalias, y tiene toda la razón y el derecho de hacerlo”.[16] A pesar de que el día siguiente era criticado fuertemente por esas declaraciones en el Senado, el Canciller reafirmó la posición de apoyo incondicional a Estados Unidos. Esta postura fue confirmada por el Presidente Fox el 15 de septiembre en su programa radiofónico semanal y ha sido repetida por él desde entonces.[17]
Las facciones “tradicionalistas’, aunque asombradas por los eventos y por la ola de simpatías y apoyo de todo el mundo hacía EU, no tardaron mucho en reaccionar. Las protestas más fuertes contra la posición del gobierno se levantaron en ambas cámaras del Congreso, particularmente entre los partidos de oposición. Diputados y Senadores del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y Partido de la Revolución Democrática (PRD) junto con representantes de algunos partidos más pequeños, criticaron al Canciller por entregar el país a Estados Unidos y por involucrarlo en conflictos que no son suyos. Debajo de las críticas fuertes, el gobierno emitió, el 18 de septiembre, su posición oficial ante de los ataques terroristas, consultada con el Senado. En este comunicado expresó “su plena disposición para colaborar, con la urgencia y firmeza que exige la situación, en los esfuerzos de cooperación internacional encaminados a la prevención y erradicación del terrorismo”. No obstante, para calmar los ánimos, el gobierno en el mismo comunicado ratificó “su vocación pacifista” y enfatizó que “como siempre y como es su obligación, guiará sus acciones con pleno respeto a los principios tradicionales de política exterior plasmados en la Constitución de la República”.[18]
No obstante, el debate seguía: el 26 de septiembre, el Secretario de Gobernación Santiago Creel Miranda declaró que “no se le puede orillar a una subordinación con el gobierno estadounidense, eso nunca lo vamos a permitir ni lo permitiría el pueblo”.[19] Las declaraciones del Secretario Creel, aparentemente contradictorias con las posturas del Presidente y del Canciller, de inmediato eran percibidas como una ruptura dentro del gobierno. No obstante, tanto el gobierno como los representantes parlamentarios del PAN rechazaron esta idea. La Secretaría de Relaciones Exteriores descartó cualquier conflicto dentro del gabinete y se refirió al comunicado de 18 de septiembre como la única postura oficial del país. También de acuerdo a otras versiones oficialistas no existen ningunas discrepancias. El Vicecoordinador de la bancada del PAN en la Cámara de Diputados Alejandro Zapata, por ejemplo, no consideró que haya una ruptura y dijo que “uno (Castañeda) habla de apoyo, y el otro (Creel) recuerda simplemente que ese apoyo tiene que ser de acuerdo con la ley y los límites establecidos que ha suscrito México”.[20]
La resolución del conflicto sobre la respuesta mexicana frente a los ataques terroristas a Estados Unidos se quedó empatada. Hacia el exterior y especialmente hacia Washington, México declara un apoyo incondicional, “sin regateos” a cualquier respuesta que Estados Unidos tome en contra de los perpetradores de esos ataques. La diplomacia mexicana aprobó la invocación del Tratado de Río, el hecho que, bajo ciertas circunstancias y solamente con su consentimiento, podría llevar el país hacía el uso de la fuerza militar.
Al interior, el gobierno de Vicente Fox enfatiza los límites constitucionales para cualquier participación activa de México en el combate contra el terrorismo y habla de la naturaleza exclusivamente pacífica de esta posible participación.
CONCLUSIONES
La reacción del gobierno mexicano ante los atentados del once de septiembre no representa ningún cambio radical e inesperado dentro de la política exterior de este país generada durante el último año. Al contrario, refleja el esfuerzo de los elementos “internacionalistas” que se esta llevando acabo desde la victoria de Vicente Fox en las elecciones presidenciales del año 2000. El ideólogo principal de estos elementos es el Secretario de Relaciones Exteriores Jorge Castañeda Gutman. El objetivo principal de su política es introducir al México como actor activo en el campo internacional, quien va a participar en las intervenciones diplomáticas y hasta militares con un enfoque en la promoción de los derechos humanos, la democracia y últimamente en guerra contra el terrorismo. El rumbo simultáneo de la política del Canciller Castañeda es una relación amistosa, cercana y activa con los Estados Unidos. Estas posturas, no obstante, representan una disgresión de la posición tradicional y, además, constitucional, llevada a cabo por los gobiernos priistas e introducidas en el siglo diecinueve por el Presidente Juárez.
Los esfuerzos del Canciller han provocado irritación de las fuerzas “tradicionalistas” dentro de la política Mexicana. Estas son representadas por los partidos de oposición pero encuentran ciertas simpatías hasta en las filas de gobierno.
El ataque a Estados Unidos presentó una oportunidad a las fuerzas “internacionalistas” de imponer su visión política; estas no obstante, encontraron una fuerte oposición de parte de los tradicionalistas y el conflicto se terminó con un empate incómodo.
[1]“Fair-weather friends?” en The Economist, 22 septiembre, 2001.
[2]Milán, D., Núñez E., “Rechaza Cancillería obedecer a presiones” en Reforma, 4 de octubre, 2001; www.reforma .com.
[3]Velasco Márquez, Jesús: “The Legacy of an Ambiguous Relationship: Nineteenth Century Mexico-US Relations” (Part Two) in Voices of Mexico; Mexico, October-December 1999.
[4]Meyer, M.C., Beezley, W.H.; The Oxford History of Mexico; Oxford, New York, 2000; p. 509.
[5]El TIAR, similarmente al artículo 5 del Tratado del Atlántico del Norte, establece que un ataque armado contra un Estado americano será considerado como el ataque contra todos los Estados americanos y compromete las partes contratantes a hacer frente a este ataque, incluso con fuerza armada. No obstante, las partes no están obligadas a utilizar fuerza armada sin su consentimiento.
[6]Raat, Dirk W.; Mexico and the United States: Ambivalent Vistas; Athens, London, 1992; p. 158.
[7]Ibid., p. 158-159. Hernández Chávez, Alicia; México: Breve historia contemporánea; México, 2000; p. 407-408.
[8]Krauze, Enrique; Mexico: Biography of Power; A History of modern Mexico, 1810-1996. New York, 1997; p. 659.
[9]Constitución política de los Estados Unidos Mexicanos, Artículo 89; www.cddhcu.gob.mx/leyinfo/1/89.htm.
[10]Meyer, Lorenzo; “Sorpresas te da la vida!” (editorial) en Reforma, 18 de octubre, 2001; www.reforma.com.
[11]Para las elecciones 2000, el PAN formó una coalición electoral Alianza por el Cambio con el relativamente pequeño Partido Verde Ecologista de México (PVEM). Fox era candidato presidencial de toda la Alianza.
[12]Castañeda, Jorge; “Nuevo activismo internacional mexicano” en Reforma, 23 de septiembre, 2001; www.reforma.com.
[13]Ibid.
[14]Aponte, David; “Plan para la política exterior del futuro gobierno. Proponen a Fox viraje oficial sobre soberanía y Cuba” en La Jornada, 14 de julio, 2000; www.jornada.unam.mx.
[15]Ver por ejemplo: “Ya perdonaron a Castañeda por ofensas a Cuba”, 23 de noviembre, 2001; www.milenio.com;
[16]Millán, D., Núñez, E., “Rechaza Cancillería obedecer a presiones” en Reforma, 4 de octubre, 2001; www.reforma.com.
[17]Ibid.
[18]Declaración del Gobierno de México (Consultada por el Senado de República); 18 de septiembre, 2001; www.presidencia.gob.mx
[19]Urruita, Alonso; “No puede orillarse al país a una subordinación ante Washington por la actual coyuntura: Creel” en La Jornada, 27 de septiembre, 2001; www.jornada.unam.mx.
[20]López, Mayolo; “Niega Cancillería desunión con Segob” en Reforma, 27 de septiembre, 2001; www.reforma.com.